martes, 26 de abril de 2011

Cubiertas, cornisas y gárgolas (Santa Cruz De La Palma)

Primero, el ocultamiento de los aleros de los tejados con parapetos y, más tarde, a la sustitución de las cubiertas inclinadas por azoteas planas. En ambos casos, la evacuación de las aguas pluviales para aminorar los efectos improcedentes del goteo continuo sobre los viandantes, llevaron a la colocación de gárgolas que concentraban la salida del agua en puntos concretos e impidiendo su salida a lo largo de toda su fachada. También, el remate de los parapetos con cornisas responde a una elemental medida de protección de los paramentos de las fachadas, evitando que el agua penetre por los remates superiores de los muros.
La tradición mudéjar arraiga en algunos edificios públicos y algunas casas de cierta prestancia y se aplica en las techumbres, construidas con armaduras de par e hilera (cumbrera y tiseras en la terminología canaria) que se apoyan sobre vigas que descansan en los muros perimetrales (frechales o soleras) con cuatro espigones que van desde los extremos de la cumbrera a los encuentros de las soleras en las esquinas, cuando se recurre a una cubierta a cuatro aguas, indudablemente la de mayor tamaño y prestancia.
Los espacios entre pares se cierran con tablas (el forro) dispuestas paralelamente a las paredes y que suelen sellarse con tapajuntas. En las casas más acomodadas se suelen disponer nudillos.
Una variante más evolucionada se consigue cerrando también los triángulos que los esquineros dejan en los encuentros de las soleras, con lo que se obtiene un disposición octogonal u ochavada que en algunos casos se adornan con delicadas labras de madera.
La belleza de estas cubiertas es indudable y, evidentemente, son más conocidas las de la arquitectura religiosa y las de las edificaciones civiles con uso público que las de las casas privadas, pero en S/C de La Palma hay algunos ejemplos en la arquitectura doméstica. Entre las primeras destacan las techumbres de la iglesia de El Salvador, las de las capillas laterales de Santo Domingo y la de Montserrat en San Francisco, de extraordinaria riqueza y muy bella apariencia. Entre las segundas, la del salón noble de la casa Palacio Salazar y la de la escalera de la casa Vélez de Ontanilla.
Un ejemplo notable lo constituyen el acceso a la planta alta y el salón de plenos de la casa consistorial, en el que hay que incluir la ornamentación de la techumbre de la caja de escalera, con algunas dificultades añadidas por su planta en forma de rombo.
Los antepechos de las cornisas para ocultar los tejados primero y como remate de las azoteas más tarde, también evolucionan de simples muretes coronados con algún tipo de albardilla a otros en que alternan tramos ciegos con otros calados con balaustres. Otros se calan en toda su longitud, dejando algunos pedestales para darles fortaleza que suelen coronarse con maceteros u otros adornos, cuando no se interrumpen con frontones, triángulares o curvos, sencillos o barrocos, pero todos buscando un efecto ornamental o intentando marcar las diferencias, de estatus o de gustos.











Algo parecido ocurre con las gárgolas, que van de las más simples y funcionales, simples canalones generalmente de madera, a otras “telescópicas” y a las de piedra, más complejas y sofisticadas, algunas zoo o antropomórficas.
La construcción del antepecho obligaba a la evacuación de las aguas pluviales con gárgolas, las más elementales simples canalones de tea y las más complejas con varios tramos acoplados.
En las edificaciones de mayor porte, las gárgolas de madera se sustituyeron por las de piedra, algunas con referencias zoo o antropomórficas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario